Hace unas semanas, Marvel Studios y el Universo DC anunciaban sus ambiciosos planes por los próximos años para llenar las salas de cines con sus enormes catálogos de superhéroes. Tras ello, las redes sociales se llenaron de artículos, comentarios, trendig topics y retweets al respecto.
¿A qué vienen las anteriores líneas? Varios minutos de Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia), la nueva película de Alejandro González Iñarritu se dedica precisamente a hacer una pequeña pero ácida crítica a lo que significa el bombardeo de este tipo de cine, la convocatoria e impacto que tienen. Si, parece que a Iñarritu no le gusta eso y a su protagonista las nuevas formas de interacción social, el impacto de lo viral por lo que se niega a adaptarse a la nueva “cultura de las celebridades” en pos de mantener con vida su fama.
Y es que Riggan Thompson (Michael Keaton) es un veterano actor que mira cómo no sólo sus mejores años han pasado, sino que jamás pudo salir del encasillamiento alrededor de su personaje, un superhéroe llamado Birdman. Ante ello, invierte todo en una obra de teatro donde él mismo escribe el guión, dirige y actúa; con el fin de repuntar su carrera y que en pocos días estrenará en Broadway.
Aunque sabe que su popularidad no significa un seguro éxito (y la crítica se encarga de recordárselo), Thompson se empeñará en demostrar lo contario basado en su talento y no en lo mediático que pueda ser. Pero ese es apenas el primer problema que enfrenta el ex superhéroe; pues es también un padre y ex esposo que no precisamente pude considerarse un ejemplo de vida. Así, mientras intenta redimirse en el plano actoral y personal además de recobrar el reconocimiento perdido para que el público revalore su trabajo, la voz de su alter ego lo incita a que apele al pasado y vuelva a vestir el traje que le dio fama.
La cinta es presentada como un solo plano secuencia (que desde luego no lo es, pero resulta interesante el trabajo de edición y fotografía), ello con la intención de seguir a los personajes y sus interacciones en los diferentes espacios en que se desarrolla la historia, una técnica que definitivamente realza la película. Un guión bien cuidado que a diferencia de sus anteriores cintas, Iñarritu no cierra el círculo de su historia (como lo hacía en Babel y Amores Perros) lo que le da al espectador la posibilidad de salir de la sala y tener un ameno intercambio se opiniones sobre el final mostrado en pantalla.
Si bien la carga actoral recae en el personaje de Keaton (quien interpretó a Batman entre 1989 y 1992, cosa que seguramente fue tomada en cuenta por el equipo de la película), las demás actuaciones no quedan a deber (incluyendo a Emma Stone –alias Gwen Stacy– y Zach Galifianakis –ese gordito de ¿Qué pasó ayer?-), destacando el caso de Edward Norton.
Iñarritu regresa para entregarnos una cinta superior a lo previamente hecho; por su trama bien elaborada, un elenco de lujo al que supo sacarle brillo, dando cátedra en el manejo de la cámara y edición (apoyado por Emmanuel Lubezki). Birdman cuenta con los elementos suficientes para que tu visita al cine valga la pena.