Cometer suicidio; Nightcrawler y el espectáculo de la nota roja.

 

Nightcrawler (EUA 2014).

Un niño sentado en la alameda alcanza a ver a lo lejos el movimiento de luces, cables y cámaras que se arremolinan alrededor de un misterio. Papá platica con un viejo que fuma, el viejo huele a café agrio y tabaco, el niño siente asco por el viejo, quiere ver qué pasa, papá dice no te vayas tan lejos, al niño le da igual, se acerca a las luces y las cámaras que lo atraen con magnetismo inexplicable, ve a una mujer muerta en medio de la alameda y se le sale el corazón. Ahí, junto a un cadáver, rodeado de cámaras, policías y curiosos niño decide, sin saber expresarlo con palabras, que quiere ser periodista.

Los Ángeles California, ¿cuál es tu sueño? Lou Bloom (Jake Gyllenhaal) vive en la ciudad del espectáculo como un ladrón de poca monta aislado voluntariamente del resto de la gente, sociópata vanidoso que por pura suerte se encuentra con la industria de la nota roja televisiva y decide, dado que no tiene nada mejor que hacer, incursionar en el oficio. Manipulación ágil de las mentes de quien lo rodea, de quien le compra la nota y de quien la mira. Lou entiende de manera temprana que la manipulación es la clave del espectáculo, el suyo, un espectáculo de sangre, de víctimas y de tragedias reales. Periodismo le llaman.

Con esta premisa el libretista Dan Gilroy ensambla su primer proyecto como director,  Nightcrawler rebautizada en México con el desafortunado título de Primicia mortal, ¿un novato contando historias? para nada, Gilroy carga consigo una larga carrera como guionista con trabajos bastante decentes entre los que destaca el libreto de Bourne Legacy de 2012. En esta ocasión el ahora director hace latente su lúgubre visión sobre la forma en que la intriga y la acción deben desarrollarse en los escenarios norteamericanos, dando espacio a los rincones menos explorados de las ciudades glamurosas, en este caso presentándonos un Hollywood nocturno y decadente, convirtiendo a la ciudad de los sueños en una antesala del infierno.

De Nightcrawler podemos encontrar más de una arista que pueda servirnos para reflexionar sobre las dinámicas en torno al tratamiento de acontecimientos convertidos en espectáculo por los noticieros, los cuales, pueden llegar a actuar de manera similar a las funerarias, esperando la desgracia ajena para incrementar los ingresos empresariales, haciendo negocio del muerto, del desafortunado. Una sonrisa por cada tragedia.

Sin embargo, el director deja la reflexión en manos de sus espectadores. Nightcrawler nos pone los elementos en la mesa para acaloradas discusiones en torno a la ética periodística, las condiciones en que trabajan los reporteros, dónde y con quiénes se quedan las ganancias de este negocio y también una o dos pistas de por qué para algunos la nota roja puede ser un oficio digno de dedicarle toda una vida. Las conclusiones por supuesto, vienen después de los créditos finales.

Niño crece, va a la universidad, decide hacer prácticas profesionales en un periódico, pasan dos años sin paga, pasan tres años con sueldo, niño es ahora reportero de la fuente policiaca de su ciudad, niño descubre una red de explotación infantil orquestada por el secretario de Seguridad Pública, da a conocer la historia, recibe amenazas, su editor se desentiende, nadie da seguimiento a su historia, niño no sabía que ser periodista en México es cometer suicidio.