El regreso de Espécimen: “…Y Mi VoZ KeMa DuRa”

Por Arturo J. Flores // @arthuralangore // Fotografías de Dulce Gamero

“Hace años, cuando tocábamos lejos, allá en el cerro”, y la manaza de Benny Rotten se levanta para señalar al oriente, “las tocadas terminaban a las 2 ó 3 de la mañana, entonces nos quedábamos a dormir en los cajeros electrónicos. Así de punks éramos”.


Puede que esta noche alguno de los presentes pernocte en un cajero electrónico, en una banda de parque o en las escaleras que conducen a la Asamblea Legislativa del DF, justo enfrente del Allende Red, uno de los bares en donde los punks se reúnen con regularidad. Faltan menos de 15 días para que inicie la primera y el frío ya no aprieta con el mismo rigor. Aunque siempre existe la opción de procurarse una anforita de Tonayán para asegurarse la combustión interna.

Pero la posibilidad de que hoy alguno de los presentes se amortaje con una sábana de periódico parece vaga, porque estos punks tienen teléfonos inteligentes. Apenas la negrura de esta bodegón se traga de un golpe la luz, varios desenvainan sus smartphones con la misma destreza que Luke Skywalker partía Stormtroopers con su sable luminoso.

Los ciber punks, porque más de uno ha de cargar Internet como un ángel de la guarda, querían llevarse un pedacito de realidad como recuerdo. Grabar un fragmento de este concierto que marca la vuelta a los escenarios de Espécimen, a un año y medio de que Benny sufriera un secuestro exprés que lo obligara a retirarse. Todavía se percibe el dolor en la voz del tijuanense, que aunque reviente furiosa para escupir improperios contra el poder, se escucha titubeante, lastimada, cuando agradece al público que con tanto fervor pidiera su regreso.

“Y aquí seguiremos, hasta que no haiga voz, porque hemos de morir en un escenario”, le dice a esos soldados de las cloacas sociales que con el brazo levantado le demuestran su afecto.

A la menta del cronista regresa aquel verso Villaurrutiano acerca de una voz que incendia con dureza a quien se le pone enfrente.

Pero aunque pudiera uno imaginar que el ritual primitivo del slam ha sido desplazado por el brillo fatuo de la tecnología, los primeros codazos colocan los puntos sobre las íes. Aquí se viene a romperse la crisma mientras Benny Rotten se desgañita, Franky Money le clava las garras a su guitarra, Zito Martínez acaricia el bajo con precisión quirúrgica y Eddy Barrera tunde sus tambores con la misma furia que el público lo hizo con los teloneros Salvador y los Eones.

IMG_1143Después de un Bienvenidos que cae en el Pabellón Este del Palacio de los Deportes como un enjambre de abejas africanas, viene Chernobyl, en la que un par de zombies comenzaron a contonearse sobre el escenario. Benny viene a la guerra ataviado con su infaltable chamarra de cuero y su bozal. El cabello en abierta provocación a la ley de la gravedad intenta rasguñar el cielo, igual que las crestas de decenas de los Especímenes. Si algún ángel resbala del cielo se picará las nalgas antes de llegar al suelo.

Espécimen traza un recorrido musical de su trayectoria que también puede leerse como un inventario de las razones por las que vivir en México duele hasta la espina. Ahí están Política, Punk antifascista, Reza por mí y Es la maldad, en la que Rotten hace un emotivo pronunciamiento respecto al hecho violento que lo sacó de circulación: “váyanse con cuidado, porque ahí fuera puede que se encuentren con la maldad”.

Pero también resuenan, con un audio que hasta la segunda mitad del concierto encuentra la luz del equilibrio en sus volúmenes, canciones mucho más suaves como Criatura nocturna, Manicomio años luz o Ciclo de vida. En ésta me toca ver a una madre punk, que sentada en el piso, alimenta a su hija de no más de tres años de un tupperware, sentadas las dos en el suelo mientras papá baila slam.

“Regresaré para estar siempre contigo,
reencarnaré por los siglos de los siglos.”

El coloso que es Benny Rotten arrastra sus casi dos metros de estatura de un lado a otro del escenario. Escupe con esa garganta que parece haberse tragado un kilo de vidrio molido pero también sabe sonar melódica, las canciones que a lo largo de 30 años le han asegurado un lugar en la historia de la música. Cuando se refiere al punk, lo pronuncia como se dice en México: con “u”. Nunca con “o”, como si fuera en inglés o con “a”, a la usanza sudamericana.

30 canciones más tarde, con Genética y Misa para muertos como parte del encore, el grupo le da permiso a la luz de llenar este bodegón que se vacía de personas, pero deja en el aire el vaho pestilente del sudor, de la cerveza y los meados, del slam horneado bajo el sobaco, de las mujeres hermosas con faldas de mezclillas llenas de estoperoles, del delineador negro corrido, del aliento a cigarro, de la espaldas acostumbradas a dormir en el suelo, a un lado de un cajero electrónico…