Ghostbusters, y la maldición de cargar con una leyenda sobre los hombros.

Durante muchos años, los dueños del concepto “Ghostbusters” intentaron producir una tercera entrega de la saga. Lamentablemente Bill Murray, quien interpretase a “Peter Venkman” en la cinta original de 1984 y su secuela, siempre se negó rotundamente a volver a portar el overol y el pack de protones. El estudio y los creativos de la saga siempre supieron que sin Murray no habría película, así que el proyecto fue quedando relegado al olvido, y la eventual muerte de Harold Ramis, escritor y cazafantasmas original, fue el último clavo en el ataúd. No habría una tercera Ghostbusters.
Y en algún momento a finales de la década pasada o principios de la actual, seguramente alguien pensó “Oigan ¿y si mejor hacemos un remake?”.  Es muy probable que esa persona se haya quedado sin trabajo.
El remake de Ghostbusters fue desde su nacimiento, un proyecto destinado al fracaso comercial. Sin importar quien la dirigiera, sin importar quien la estelarizara, en la psique colectiva de los amantes del cine ninguna película podrá jamás competir con la película de culto de Ivan Reitman. Si a eso le sumamos la decisión de estelarizar la cinta con un cast completamente femenino, y la subsecuente controversia sexista-feminista que esto desató, podemos entender porque se proyecta que esta película, dirigida por Paul Feig, represente pérdidas de entre 50 y 70 millones de dólares para Sony Pictures.

new-ghostbusters-trailer[1]Pero a pesar de lo que digan los números de taquilla, la cinta es bastante divertida y disfrutable. Después de todo, cuenta con dos gigantes de la comedia, Kristen Wiig y la nominada al Óscar Melissa McCarthy y con el director de cabecera de esta última, Paul Feig. Kate McKinnon y la espléndida Leslie Jones completan el cuarteto titular, y el toque final lo da Chris Hemsworth, en uno de los papeles más estúpidos y memorables de su carrera.
La trama… la trama no importa mucho que digamos. Alguien construye algo que resucita a todos los fantasmas de la ciudad de Nueva York, porque lo bulleaban en la escuela… o algo así. En verdad, no importa. El éxito de Ghostbusters está en el divertidísimo diálogo, en los magníficos chistes, en la química entre las cuatro protagonistas y en las escenas de acción aderezadas con comedia, o de comedia aderezada con acción, como ustedes gusten.

¿El veredicto final? Ghostbusters 2016 es una cinta muy bien hecha, palomera, que cumple el objetivo de hacernos pasar un muy buen rato, y cuyo único gran pecado es llevar a cuestas el nombre de una película universalmente amada. Vale la pena disfrutarla sin prejuicios y reír a carcajadas. Y ese, a final de cuentas, es la mejor unidad de medida para una comedia: Las carcajadas. Y, por lo menos en la función a la que yo asistí, la gente no paraba de reír.
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Postadata: Quien escribe estas líneas cuenta con la fortuna de hablar inglés. Pero aquellas personas que vean la versión subtitulada, se van a encontrar con bellezas como, “no manches”, “chin”, “ya la regué” y una mención al penal de Almoloya sacada de no sé dónde (juro que no lo estoy inventando). Desde la redacción de Daemoniaca le suplicamos a los encargados de distribución y subtitulaje en México que dejen de tropicalizar las traducciones. Un guionista de cine se pasa muchos meses puliendo y ajustando sus diálogos, para que ustedes cambien un “hell, yes!” por un “¡A fuerzas mi chava!” Si quieren llenar las cintas extranjeras de mexicanismos, para eso tienen las versiones dobladas. Tengan tantita madre, por favor.